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La producción de colágeno en el cuerpo se ralentiza con la edad y la mala salud, haciendo que la piel, las articulaciones y otras partes del cuerpo se vuelvan más secas, menos flexibles, más finas y más débiles.
El pegamento se seca y pierde su pegajosidad, por así decirlo. Esta descomposición es más visible en forma de piel flácida, pero puede ocurrir en todo el cuerpo. Los tendones y ligamentos pierden elasticidad, los huesos se debilitan, los músculos se atrofian y los cartílagos se agrietan.
Las lesiones son más propensas a producirse por movimientos repetitivos, desgaste, sobreesfuerzo o uso excesivo en el trabajo, el gimnasio o la práctica de deportes.
Cuando el cuerpo tiene un nivel bajo de colágeno y es incapaz de producirlo en cantidad suficiente, es más probable que se produzcan lesiones y que éstas sean más difíciles de curar. Además, el colágeno interviene en la prevención y el tratamiento de trastornos autoinmunes como la artritis reumatoide y la enfermedad de Crohn.
La ciencia dominante sostiene que la descomposición es inevitable con la edad. La recomendación habitual es tomar AINE y otros antiinflamatorios no esteroideos para bloquear el dolor. Sin embargo, este enfoque es contraproducente. La inflamación es una primera etapa dolorosa pero necesaria en el proceso de curación del cuerpo, que envía nutrientes al lugar, conduce a la formación de tejido granular y, finalmente, a la formación de colágeno.
Una vez que el nuevo colágeno se conecta con hilos al tejido dañado, puede producirse la curación y el fortalecimiento. En lugar de tomar medicamentos de venta libre o de prescripción para bloquear la inflamación, la mejor solución es dar al cuerpo lo que necesita para producir cantidades óptimas de colágeno de alta calidad.